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    Flor Garduño: sus inicios en la fotografía, su obra y sus libros

    Desde lo cinco años a Flor Garduño le fascinaron los colores y las imágenes, ahí se enamoró de la pintura, pero fue en el taller de Kati Horna en la escuela de San Carlos, en la década de los 80, donde conoció a su amor definitivo: la fotografía.

    La reconocida artista mexicana estuvo en la clausura de su exposición “La construcción del instante” en la Fototeca de Veracruz, el pasado viernes 14 de junio,  donde el también fotógrafo Adrián Mendieta la entrevistó sobre sus primeros pasos, los temas de su obra, su opinión sobre la fotografía mexicana actual y la importancia de los libros en su vida.

    ¿Cómo inició en la fotografía?

    Flor Garduño estudió en la escuela de San Carlos, donde cursó un taller optativo de fotografía que impartía la también fotógrafa Kati Horna.

    “Desde la primera fotografía, que vi salir una imagen del revelador y después lo fijé, yo dije: esto es para mí. Yo soy como muy atrabancada en mis decisiones. Entonces a partir de ahí, pues sí iba a las otras clases, pero el entusiasmo era ir al taller de Katy”, relató la artista sobre sus primeros pasos en la fotografía cuando contaba con poco más de 20 años.

    Fue en un corredor de la escuela de San Carlos donde conoció al muralista Arnold Belkin, quien a su vez la presentó con el aclamado fotógrafo Manuel Álvarez Bravo. Con simpatía, Garduño compartió con las y los asistentes al conversatorio que Belkin la animaba a dejar la escuela y salir a tomar fotografías por cuenta propia.

    “Pero para qué estás en esta escuela, salte (..) Tú tienes que trabajar sola, lanzarte, porque tienes el ojo”, le decía Belkin.

    Cuando el muralista canadiense le preguntó qué quería a cambio de salirse de San Carlos, Garduño le dijo que conocer a Manuel Álvarez Bravo, cosa que le concedió. Arnold Belkin le llamó a Álvarez Bravo, y al día siguiente éste le dio la cita.

    Cuando Álvarez Bravo empezó a ver su portafolio, ella se disculpó por que eran sus primeras fotos, a lo el fotógrafo le dijo “Espero que usted siga haciendo toda su vida primeras fotos”. Después de este encuentro, Garduño empezó a trabajar con Manuel Álvarez Bravo al salir de sus clases. “A las 11 de la mañana llegaba todos los días para trabajar con él” y un día le empezó a pagar por su trabajo.

    “Ya después un buen día, decidí, me olvidé de la escuela”. Aunque Manuel Álvarez la tachó de loca y que se iba a morir de hambre como fotógrafa, ella no desistió y se enfocó en este oficio: “siempre me ha ido muy bien, gracias a Dios”, relató Flor Garduño con satisfacción.

     

    Los libros, lo más importante

    Para Flor Garduño, lo más importante como fotógrafa es producir libros, porque los libros quedan para la posteridad. De la exposición queda un libro, un recuerdo, un vestigio

    Los libros “son los vestigios del trabajo de alguien. El día de mañana uno ya no está, esta exposición se termina el domingo, pero finalmente de esta exposición queda un recuerdo, un vestigio. Entonces para mí siempre ha sido, lo más importante son los libros”, reflexionó.

    Garduño contó como el primer libro que editó a su nombre fue gracias al artista oaxaqueño Francisco Toledo. En una ocasión, Toledo le pidió comprarle varias de sus fotografías, pero ella le propuso un intercambio de obra.

    “Bueno ya después yo le propuse cambalacho. Bueno, yo creo que va a ser difícil que tenga obra tuya, entonces prefiero un cambalacho. Yo calculo que mis fotos cada una vale tanto y pues dame lo que tu juzgues conveniente. Después me dijo, ve a la imprenta Madero, donde trabaja Vicente Rojo y que te hagan el libro que quieras, yo lo pago”, recuerdó como si viviera de nuevo ese día y la sorpresa que experimentó.

    Ese fue el inicio de Garduño en la producción de libros que continúa hasta la actualidad.

    “Entonces yo creo que ha sido la experiencia más maravillosa, porque con todos los demás libros que hice y todavía el último, fue tremendo el sufrimiento, y con el único que no sufrí fue con el primero, que me pagó de ‘pie a pa’ y ni preguntó cuánto, el de Magia del juego eterno (1985) , con una introducción de Heraclio Zepeda fantástica y con ese libro me lancé a Frankfurt y a partir de esa feria me pidieron otro libro que fue Bestiario, y a partir de ahí me lancé (…) fue maravillosa la introducción que tuve con Toledo”, relató con nostalgia y agrado.

     

    La maternidad y lo femenino en su obra

    Para Adrián Mendieta existe un antes y un después entre los libros Testigos del tiempo y Flor, pues en este último el imaginario es otro. ¿Qué motivó el cambio? Flor Garduño no se siente diferente entre un trabajo y otro, para ella todos los temas de sus fotografías convergen en ella.

    “Flor es un trabajo femenino, trabajé lo femenino. Entonces cuando me dices otra flor totalmente diferente, no, soy todo eso junto. Y todo lo trabajo al mismo tiempo, trabajo desnudo, zonas indígenas, retrato, que me ha interesado mucho toda mi vida, paisaje. O sea, pero después voy haciendo las propuestas que son los libros, pero no me pongo a trabajar únicamente un hilo conductor”, señaló.

    Sin embargo, recordó cómo la maternidad no le impidió seguir trabajando, solo le dio un cambio de enfoque.

    “Pero con Flor (…) cuando terminé Testigos del tiempo, yo dije voy a hacer otra vez Bestiario, porque la impresión que había hecho la editorial lo hizo fatal (..) Me volví a Guatemala y empecé a trabajar y empecé a ver que me estaba yo repitiendo y como que me dio el colapso nervioso, me empecé a sentir mal, regresé a México, fui al hospital. Lo que me dijeron que estaba esperando un Bebé, a mi hija Oli. Estaba esperando un bebé entonces por eso me sentía tan mal. Y dije, bueno, he andado tanto de pata de perro tantas veces, toda mi vida, entonces decidí trabajar en casa porque no me iba a exponer como loca toda América Latina haciendo el libro de bestiario, entonces dije voy a trabajar la maternidad, lo femenino. A eso me avoqué todo mi embarazo”, contó.

     

    La técnica en la fotografía

    La realización y la interpretación con la que se construye una imagen tienen un gran valor para Flor Garduño, pues si dichos elementos no se conforman correctamente la fotografía “se cae”.

    “Para mí como fotógrafa, una imagen, como está hecha, realizada y como está interpretada es un 30% del valor de la imagen para mí, que ya es mucho. O sea, si una foto maravillosa está mal realizada, no está interpretada bien, se cae por sí sola. Entonces, para mí es parte del lenguaje. O sea, no es que haya la parte de la técnica y aparte la imagen, para mí es parte del lenguaje. Parece que muchas personas a nivel internacional reconocen mi trabajo por la manera en que están realizadas, ya me lo han dicho”, dijo.

    Incluso no hay formatos privilegiados para Garduño, pues siempre y cuando la calidad esté presente, para ella se pueden obtener buenas fotos con el celular.

    “Me dicen, ¿usted usa digital? Sí. O sea, me puedo dar el lujo a estas alturas del partido de usar lo que quiera siempre y cuando se utilice de una manera perfecta. A veces no he tenido, desgraciadamente, la cámara, pero tengo mi teléfono y me ha sacado de los aprietos y he sacado fotos sensacionales, con una calidad maravillosa, pero generalmente yo veo que las personas que usan las cámaras digitales trabajan de una manera como si fueran unas matracas”.

    Al respectó recordó lo que le decía su maestra Kati Horna: “Trabaja ya componiendo la imagen”. Pues en la escuela de San Carlos tenían 12 tomas a la semana que debía administrar.

    “No es que se vuelve uno codo, pero sí cuida uno el material y gracias a eso a mí me quedó ese férreo para la hora que uno toma la imagen, a cuidar el material”, explicó.

    Finalmente, recordó: “Don Manuel una vez me comentó, usted antes de ser fotógrafa tendría que ser una buena artesana (..) antes de ser fotógrafa usted tiene que saber cómo va a presentar sus fotos y tienen que ser impecables”, una enseñanza que dice la ha acompañado toda su vida.

     

     

     

     

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