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    Cuando la discriminación no tenía nombre, Balún-Canán a 60 años

    Por: Carmen Navarro

    La discriminación es un concepto que poco a poco se ha visibilizado conforme se identifican formas de desigualdad entre las personas.

    De acuerdo con la Real Academia Española, la discriminación se entiende como el “trato desigual a una persona o colectividad por motivos raciales, religiosos, políticos, de sexo, de edad, de condición física o mental, etc.”

    Reside en la creencia firme de que el otro no merece lo que nosotros tenemos simplemente porque nació con una condición que no es como la nuestra o de la que gozamos desde que nacimos, normalizándola para una élite.

    El problema surge cuando el privilegiado no quiere compartir los beneficios de su posición superior, peor aún, la defiende porque está seguro que la manera en que actúa está justificada. Entonces, la realidad se divide y de cada lado se posicionan los actores. Las dos caras de la moneda, el opresor y el oprimido, quienes desde su cosmovisión construyen su realidad para, unos ordenar y, otros, obedecer.

    ¿De qué manera comienza en México el encuentro de estas dos realidades?

    Rosario Castellanos (México, 1925-Tel Aviv, 1974), en su obra Balún-Canán, nos relata de manera contundente esta ruptura, en voz de personificaciones cotidianas para la época => el hacendado, poderoso y con influencia; su esposa, abnegada e ignorante; los indígenas, considerados propiedad privada; su hija ignorada porque no es varón y por ella no hay que luchar.

    Más allá de estar inspirada en los primeros años de vida de la autora en Chiapas, la novela es un retrato del momento en que el gobierno de Lázaro Cárdenas establecía las nuevas reglas de la tenencia de la tierra, que obligaba a los propietarios de fincas a repartirlas entre campesinos e indígenas. En este encuadre, la familia Argüello se enfrenta a la exigencia de sus trabajadores de hacer cumplir las leyes impuestas por el Gobierno => contratar a un maestro para que eduque a los indios.

    Ante la orden gubernamental se desdobla la indignación del grupo en el poder, pero también la impunidad que permite el saberse lejos del centro, de la matriz de donde todas esas leyes emanan, en Comitán. Un poblado enclavado en la sierra de Chiapas, tan apartado que sus integrantes ven imposible que los puedan obligar a hacerlos cumplir.

    Aquel ambiente, lejos de las reformas del Estado, donde la distancia permite la desobediencia, al amparo de la ignorancia.

    Lejana se ve, también, la fecha en que la autora escribiría esta historia. Entonces los discriminados son los indígenas, la solterona, los mestizos, el bastardo, la niña. Hoy, a más de 60 años de su primera aparición, puede lograrse como una representación de la dureza de la discriminación en pleno siglo XXI.

    Pareciera que no han cambiado, o solo se han agregado elementos a la lista, como la comunidad LGBTI+.

    En la actualidad, diversos grupos siguen luchando desde sus trincheras para obtener el reconocimiento que les permita un nivel de vida equitativo.

    La vigencia de Balún-Canán, aun cuando hemos avanzado dos décadas del siglo XXI, radica en la habilidad narrativa de la autora para mostrarnos el discurso en ambos sentidos. Nos hace situarnos frente al espejo de la víctima, pero también del autor de la discriminación, quien, no es ignorante de los derechos del otro, simplemente está convencido de que no los merece ni los necesita.

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